historias de cruzadas

oumyaquine

Fière de ma religion
Introducción:

Cuando en occidente se evoca el fenómeno de las cruzadas se suelen constatar dos posiciones contrapuestas en el imaginario popular; Por un lado se apela a una empresa caballeresca movida por una fe ardiente y profunda que ha sido recreada con profusión en el cine y la literatura. En el extremo contrario se sitúa una bien planeada ausencia de este largo período histórico, sobre todo de los manuales escolares, más centrados en explicar el medievo europeo desde sus características económicas y sociales. Esto hace que haya enfrentado la lectura de esta obra como la exploración de un territorio virgen. Tanto más si es la visión de los árabes la que articula la narración.

Tras atravesar atónito el enjambre de nombres y de fechas, haber contemplado ciudades incendiadas, ejércitos temibles en orden de batalla, masacres sin cuento, intrigas palaciegas, personajes guiados por la sed de gloria y poder en unos casos y por una sincera fe en otros (el estilo de Amín Maalouf en su obra "Las Cruzadas Vistas por los Árabes" es tan ágil que se tiene esta sensación), la cuestión abierta es: ¿Porqué el occidente europeo puede tomarse el lujo de tratar este periodo de la historia como algo exótico y lejano en tanto que el mundo árabo-musulmán parece no haber superado el trauma?. Esta pregunta es la que el mismo autor se plantea en el epílogo sin llegar a dar una respuesta satisfactoria. Quizá tengamos las claves interpretativas en el convulso presente que nos toca vivir. A descifrar estas claves nos ayudan los hechos, los escenarios en los que tuvieron lugar y los personajes que los protagonizaron, perpetraron o padecieron.


Los escenarios:


Constantinopla y Anatolia:

Prácticamente desde los inicios del Islam, el imperio bizantino había sufrido constantes derrotas y pérdidas territoriales a manos de los musulmanes. En vísperas de la primera invasión franca la península de Anatolia, auténtico corazón del imperio, se hallaba prácticamente en su totalidad, sometida al poder de los príncipes turcos selyúcidas, quiénes también habían impuesto su autoridad en Bagdad, capital del califato. El emperador Alejo Comneno inquieto ante esta situación pide ayuda al papa de Roma y a los magnates occidentales para hacer frente al empuje del Islam.

La alianza de los bizantinos con los “franch” se revelará con el correr del tiempo como un error fatal. Los cruzados demostrarán ser unos aliados desleales, mezquinos y sanguinarios. A su arcano desprecio por los cristianos orientales (desprecio que degenerará en odio tras el cisma de 1.154) unen los francos su sed de rapiña, de manera que veremos aldeas y ciudades bizantinas arrasadas por los caballeros de Cristo desde el comienzo mismo de la invasión. Este modus operandi de los occidentales llega al paroxismo con la salvaje invasión de Chipre de 1.156 por parte del personaje franco más siniestro que dió la invasión cruzada, Reinaldo de Châtignón, y el saqueo de la propia capital bizantina en 1.204. Por esta razón no serán raras las alianzas del imperio griego bizantino con los musulmanes en contra de tan peligrosos “correligionarios”.

Antioquia y Edesa:

Eran ciudades de población mayoritariamente cristiana griega; La primera había sido una espléndida metrópoli en época romana y aún era una gran ciudad de 40.000 habitantes cuando los francos la sitian. Edesa (actual Urfa en Turquía) era una estratégica ciudad armenia. Ambas sufrirán al comienzo de la invasión no sólo a causa del rigor de los conquistadores sino de la ineficacia y rivalidades de los príncipes musulmanes; caso que adquirirá tintes trágicos cuando Yaghi Siyán, señor de Antioquia esté tan a merced de los sanguinarios franch como de las pérfidas intrigas de Dukak y Ridwán, sultanes de Damasco y Alepo, respectivamente. En ambas ciudades se establecen los primeros estados francos.

Ma'arat:

Se convierte a su pesar en el símbolo de la inaudita brutalidad de los franch. Al ser tomada en diciembre de 1.099 la pequeña población no sólo es arrasada hasta los cimientos sino que además los occidentales, presas de una gran carestía no dudan en comer la carne de sus habitantes muertos. A partir de entonces el abismo entre los cruzados y los musulmanes se hará prácticamente insalvable.

Damasco y Alepo:

Ambas metrópolis sirias juegan un papel fundamental en el complicado tablero del oriente medieval. De sus avatares políticos internos y de sus veleidosas relaciones exteriores depende que los vientos soplen a favor o en contra de los resistentes musulmanes.

Bagdad:

Capital del Califato Abbásida y corazón político del mundo musulmán, relativamente lejano de los frentes de guerra, no puede escapar sin embargo al resbaladizo terreno de las luchas por el poder. Permanece desde hace 100 años bajo dominio militar turco y será prácticamente borrada del mapa al ser arrasada por las tropas mogolas de Hulagu, descendiente de Gengis Jan, en 1.258.

Jerusalén:

La manzana de la discordia; Ciudad Santa para las tres grandes religiones abrahámicas. Durante la dominación musulmana los judíos y los cristianos gozaron de libertad de residencia y sus puertas estaban abiertas para los peregrinos de todos los credos. Su conquistador el califa Umar Ibn Jatab (r.a) respetó escrupulosamente a los habitantes y a los lugares sagrados cristianos y judíos. No obraron de este modo los francos, entregados a una feroz masacre de sus moradores al caer la ciudad en sus manos en julio de 1.099. Desde entonces la reconquista de la ciudad será el objetivo soñado por los musulmanes.

El Cairo:

Capital de califato shiita fatimí. Las veleidades de los poderosos la mantienen unas veces enredada en sus disputas internas y otras participando en los juegos de alianzas entre los príncipes musulmanes o con los francos. Será Salah ad Din quien la gane definitivamente para la causa de la yihad, convirtiéndose en su rey y aboliendo el califato shiita por órden de su señor el gran Sultán Nureddín Mahmud Zangui, y uniéndola a Siria. En el siglo XIII sus gobernantes mamelucos darán el golpe de gracia al último estado franco de Palestina y desde allí se rechazará el ímpetu arrasador de los mogoles.

Hattina:

El nombre de esta pequeña aldea palestina y la batalla que en ella tuvo lugar marcan el cambio de rumbo en el acontecer de la ocupación cruzada. El 4 de julio de 1.187 Salah ad Din bloquea el acceso de los exhaustos francos a las aguas del lago Tiberiades infligiéndoles una espectacular derrota. Será el inicio del paseo triunfal de este gran sultán por la Palestina ocupada.

Ain Yalut:

Si bien menos espectacular que la anterior, esta batalla ganada en 1.260 por el mameluco Baybars supone el rompimiento de la tenaza franco-mongola sobre el mundo musulmán y la agonía de la ocupación franca culminada con la toma de Acre en 1.291.

Resumen por Ahmad Jalil Moreno, agregado y enriquecido por Elijah.
 
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